Catalunya: Por la ruptura

Marx21 

[En català]

El referéndum sobre la independencia de Catalunya se vuelve una posibilidad cada vez más real. El compromiso de Puigdemont y Junts pel Sí (JxSí) de llevar a cabo el referéndum fue una de las condiciones clave que hicieron que el 28 de enero la CUP aceptase (con críticas) votar sus presupuestos.

La situación actual plantea muchos debates y retos.

El dilema de la CUP

Una minoría de la CUP exigió el “no”, argumentando, con mucha razón, que incluso con mejoras como el incremento de la plantilla de educación en 4.714 plazas para el curso 2017-18 (mejora obtenida, que conste, gracias a la convocatoria de una huelga del sector) siguen siendo presupuestos neoliberales. En el mismo apartado educativo, los presupuestos incluyen millones de euros para las escuelas del Opus Dei. Por otro lado, JxSí rechazó aumentar los impuestos a los ricos como exigía la CUP.

La mayoría que optó por aceptar los presupuestos insiste en que no se da un cheque en blanco a JxSí y que se mantendrán las críticas y las exigencias durante el debate parlamentario. Dicen que es un “sí condicional para impulsar el referéndum unilateral y el proceso constituyente” y que, de no seguir adelante con éstos la CUP puede retirar su apoyo y provocar nuevas elecciones.

De hecho, más allá del dilema de la CUP, hay que condenar la insistencia del JxSí en elaborar presupuestos en toda regla para un organismo autonómico que (se supone) pronto dejará de existir. En realidad, tienen al menos dos motivos. Primero, para hacer chantaje político a la CUP, intentando domesticarla. Segundo, como una muestra de “responsabilidad” hacia el sector más burgués y derechista del independentismo; el 1%.

Con todo, la CUP se ha sentido obligada a aceptar unos presupuestos que en lo social y económico son de continuidad, no de ruptura. Si esto es un reflejo del balance de fuerzas, la cuestión es cómo cambiar la situación. En esto, la clave no es el Parlament, sino la movilización social necesaria para conseguir en la calle lo que la aritmética parlamentaria no permitió en las instituciones.

Y los comunes, ¿qué?

Pero no es sólo ni principalmente a la CUP a quien le toca actuar, también deben hacerlo Podemos, Izquierda Unida (IU) e Iniciativa per Catalunya (ICV): “los comunes”. A los pocos minutos de anunciarse la aceptación de los presupuestos, ciertos seguidores de “los comunes” se  volcaron en las redes sociales para denunciar los pecados de la CUP.

Hace años que IU e ICV gobiernan en colaboración con el PSOE en un sinfín de instituciones, sin haber roto jamás con la lógica institucional capitalista. Podemos, por su parte, explícitamente apoyó a Tsipras y Syriza cuando aplicaron sus recetas de austeridad en Grecia. Ninguno de estos partidos tiene derecho a criticar a la CUP.

En todo caso, en vez de culparse mutuamente, el reto para el conjunto de la izquierda es impulsar las luchas por la ruptura que son necesarias, y posibles. El enemigo no es ni la CUP ni los comunes, sino los gestores y defensores actuales de un Estado español atado y bien atado.

Romper con el régimen del 78

Hace bastantes años que se habla de una nueva transición, o mejor dicho, de un proceso constituyente.

La exigencia, de una gran parte de la población de Catalunya, del derecho a decidir sobre su futuro —y su posible independencia— es actualmente el principal activo de este deseo de cambio, en el conjunto del Estado español. Si Catalunya logra su independencia y empieza a construir un nuevo país, con nuevas propuestas —hay, por ejemplo, un consenso bastante amplio en Catalunya en contra de tener ejército—, abrirá el camino para lo que queda del Estado español.

Por tanto, la izquierda española no debe recibir las demandas de independencia con recelos o sospechas. Al contrario, cada persona de izquierdas o de los movimientos sociales del conjunto del Estado debe ser un activo a favor del derecho de decidir de Catalunya, y contra todas las medidas represivas que ya están en marcha y que irán en aumento.

Si nuestros enemigos logran ahogar esta demanda democrática de Catalunya, tendrán más fuerzas para reprimir todas las otras demandas democráticas y sociales que existen en cualquier territorio. En cambio, la victoria de Catalunya, frente a todo lo rancio del Estado español, sería una victoria para el progreso en Madrid, Sevilla, Zaragoza…

 

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