La unidad contra el fascismo y el racismo en Menorca

Boro (José María Boronat Morales)

Las dimensiones y características de una isla como Menorca le confieren unas peculiaridades que hay que mencionar brevemente para contextualizar.

De entrada, la ausencia de grandes núcleos urbanos densamente poblados quitan al espacio el potencial de conflictividad social de otros lugares del Estado. Una consecuencia inmediata de ello es el hecho de que las áreas marginales quedan reducidas a uno o dos barrios en toda la isla, repartiéndose el porcentaje de personas en riesgo de exclusión social entre multitud de focos individuales o familiares que no se manifiestan de forma unitaria.

Esta realidad, junto al carácter aún tradicional y conservador de una gran parte de la sociedad menorquina, y el hecho de que la isla es una fuerte plaza militar de fácil control policial, reduce al mínimo la expresión de fenómenos violentos, también por parte de movimientos fascistas o de ideología neonazi, de los que no se ha constado la presencia de ningún grupúsculo.

Sin embargo, el rechazo a la inmigración, que ha crecido en los últimos años de la mano de un aumento considerable del porcentaje de población foránea, muestra un componente claramente racista y clasista, al manifestarse, principalmente, hacia los ciudadanos de procedencia magrebí, sudamericana o rumana, claramente los más estigmatizados, mientras que los turistas del centro y el oeste de Europa, así como la gran bolsa de residentes británicos, gozan de una mayor aceptación social.

Esta realidad, por sí sola, ya pone de relieve la necesidad de la gran labor pendiente en términos de integración y, sobre todo, aceptación por parte de los autóctonos. Por fortuna, a pesar de ser mucho más débil que en otros lugares del Estado, dentro del tejido asociativo menorquín encontramos algunos casos excepcionales, como la Plataforma Bienvenidos Refugiados, desde donde se está realizando una gran labor de denuncia, concienciación y también de auxilio en las situaciones más urgentes, como las últimas llegadas de inmigrantes del pasado verano.

Así pues, con el auge de la extrema derecha, al que la sociedad menorquina no ha sido ajena (Vox ha pasado de ser la sexta o séptima fuerza política en los ochos municipios de la isla a ser la cuarta o quinta), se hacía más necesario que nunca un contrapunto, un catalizador que uniera a la sociedad civil para dar una respuesta al discurso de odio del partido de ultraderecha.

Es en este contexto, y a raíz de una campaña informativa contra la formación de Abascal durante las elecciones generales del pasado noviembre, que nace UCFR Menorca, que aún se encuentra en una fase muy germinal y necesita articularse y encontrar el impulso necesario para llevar a cabo una tarea que dé frutos. Quién sabe si la enorme crisis económica que nos dejará la situación de alarma sanitaria por el Covid-19 será la ocasión para esto.


Boro es militante de Marx21 y activista de UCFR Menorca

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